Dos palabras. Sólo dos palabras que pueden hacer que todo tu mundo se revuelva, que tu mente cambie, que todo lo veas de otra manera. Y una vez entran en tu interior, es difícil que salgan. No sólo ellas, también todo lo que tenga que ver con esa persona que las pronuncia y te encandila con ellas.
Es muy difícil definirlas. Cada uno las siente a su manera, les da su propio significado, les da un sentido. ¿Cómo definirlas de una manera general? ¿Las palabras mágicas? ¿Las palabras que hacen resurgir la necesidad de sólo necesitar a quién te las susurre? Es imposible decirlo sin antes saber que sentimiento traen consigo. Dicen que significa amor, cariño... Dudo de si es verdad.
Un "Te quiero" puede resultar la frase más hermosa que una persona puede escuchar, puede leer, incluso que puede sentir. Puede convertirse en la única y auténtica felicidad para ti, tu pequeña droga, y esa persona será la única que pueda abastecerte. Si es recíproco, todo serán sonrisas. Pero... ¿Y si no todo es perfecto? ¿Y si una vez que la escuchas y comienza tu adicción, no puedes desengancharte más? ¿Y si esa frase nunca vuelve y buscas tu droga desesperadamente sin encontrarla nunca más? "No puede ser. Ha desaparecido. Toda esa felicidad, todas esas sonrisas, todos esos momentos... ¿Qué será de mí ahora? ¿Qué será de mí sin ella? La necesito." Pero nunca nada volverá a ser lo mismo. Serás un "yonki" del amor. De su amor.
Pensando así, surgen muchas dudas. ¿Un "Te quiero" es sinónimo de felicidad, o de tristeza? Nunca se podrá definir. No de manera universal. Ni siquiera minimizándolo a las ideas de la persona en concreto. Porque con cada te quiero, o con cada falta de él, siempre cambiará. Sólo puedo decir lo que siento aquí, ahora, por ella. ¿Qué es? Infinitas ganas de susurrarle esas dos palabras al oido. ¿Qué significan? Significan que la necesito a mi lado, que quiero que sienta lo mismo, que ella es mi droga. Pero también significan miedo. Miedo a que todo quede en nada, miedo a tener que pensar en un pasado y no en un presente... Miedo a no poder susurrárselas nunca más. Es un te quiero con dos lados opuestos. Los dos necesitan de ella, para seguir existiendo, o para desaparecer. Sólo depende de ella.
¿Y esa persona? ¿Qué sentirá, qué pensará, qué necesitará? No sé si ella tiene esas dos palabras también clavadas en el pecho, muriéndose de ganas por salir camino a los oidos de su dueño. No sé si también tendrán dos lados, ni cuál estará ganando la batalla en la balanza. Sólo puedo decirte que, ahora, soy adicto a ti.